Una de las maravillas de vivir en
un sistema democrático es la cantidad de opiniones que circulan en el debate
público y es que aparentemente las opiniones las regalan, pero el criterio es
más bien escaso. Si bien, es normal que todos tengamos afinidades políticas, es
importante que estas no nublen nuestro criterio, pero, sobre todo, que nuestra
coherencia no dependa de estas. Y es que cuando se da un cambio de gobierno,
parece que el criterio despertara en algunos y se adormeciera en otros.
Durante estas sacudidas
políticas, como la que vivimos hoy día, la coherencia suele escasear más que el
criterio, ya que una cosa es ser oposición y otra muy distinta es ser gobierno.
Es completamente diferente oponerse a las posiciones de poder que estar en
ellas, y así como hay distintos gobiernos, hay distintas oposiciones.
Algunos incluso nos atreveríamos
a decir “Toda oposición es mejor… hasta que gobierna” y es que en tiempos de
crisis es fácil ser oposición. Las soluciones simples, mesiánicas y casi
milagrosas están a la orden del día, se ostenta una posición de cuasi
privilegio en la que la incapacidad de actuar es el escudo que hace fácil
juzgar el accionar de los gobiernos y las soluciones maravillosas normalmente
no son puestas a prueba.
Durante el segundo periodo del
gobierno Santos, el sector de oposición, criticó la reforma tributaria de 2016,
sin embargo, cuando este mismo sector llegó al poder, el gobierno de Iván Duque
llevó a cabo 3 reformas tributarias y de la misma forma el gobierno de Petro
repite la historia. El endeudamiento, “La mermelada” y los favores políticos
también suelen formar parte de esta doble moral entre opositores que llegan al
gobierno y gobernantes que pasan a ser oposición.
Las banderas defendidas y
criticadas por los sectores que suelen contraponerse son las mismas, la
inseguridad, la violencia, la pobreza, las cargas fiscales, los escándalos e
incluso los derechos que se defienden dejan de defenderse si es mi opositor
quien los ejerce. Podríamos decir que los fondos son los mismos y que se
defienden las formas, pero hay formas que no pueden desprenderse de los fondos.
Los valores democráticos, no deberían depender de un grupo político para
defenderles, el derecho a protestar, aunque sea impulsado por un fanatismo debe
defenderse y respetarse.
Durante este gobierno al menos
han existido avances en lo que a protestas se refiere, a pesar de la violencia
aislada, que hubo dentro de algunas manifestaciones, es de resaltar que la
fuerza pública no funcionó como un agente de represión, que no contribuyeron a
la exacerbación de la violencia y que desde la institucionalidad del gobierno
se garantizó un espacio seguro para quienes ejercieron su derecho.
Finalmente, mi estimado lector,
si usted estuvo de acuerdo o no con las marchas del 26 de septiembre, debe
reflexionar sobre esta pregunta, ¿estuvo o no de acuerdo con las marchas en
contra del anterior gobierno? Si su respuesta es no, ha de comprender que
dentro de una democracia caben las opiniones incluso de quienes perdieron en
los espacios electorales. Si su respuesta es sí, deberá entender que a pesar de
haber sido excluido por el sector hoy en oposición, debemos garantizar la voz
de este.
Desde esta columna, solo me queda
desearles criterio a los ciudadanos miembros de la nueva oposición, para que no
caigan en engaños, desinformación y fanatismos. A los ciudadanos que apoyan el
nuevo gobierno les deseo algo mucho más escaso, coherencia, para que no
pisoteen los mismos valores que antes defendieron.
Santiago Imad.
Estudiante ciencias políticas y gobierno.
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